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Bípedo implume

Libros, Peonza

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Salió en enero de este año el número de Peonza 115 “Animales”, a quién se lo perdió aquí una reflexión de Diego Gutiérrez del Valle sobre los animales en los libros.
Ilustraciones de Emilio Urberuaga.


De animales y hombres
Diego Gutiérrez del Valle

Se atribuye a Platón la definición del ser humano como bípedo implume. Aristóteles hablaba del zoon politikón (animal político) y Plauto, en una frase que Hobbes popularizó posteriormente, se refería al homo homini lupus (el hombre es un lobo para el hombre).
No es de extrañar que los clásicos utilizaran a los animales como término de comparación a la hora de tratar de definir a nuestra especie: compartimos el mismo hogar llamado Tierra y nos unen estrechos lazos de dependencia (afecto, competencia,vida y muerte).
El proceso de civilización y progreso tecnológico nos ha ido alejando de la naturaleza de una forma imparable. El ser humano, como autoproclamado rey de la creación, se ha permitido explotar los recursos naturales con avidez. Durante siglos hemos exterminado con verdadera saña a centenares de especies en una carrera destructiva sin parangón en el devenir del planeta que, en la actualidad, está llegando a su paroxismo. En nuestras sociedades desarrolladas urbanas hemos perdido el contacto estrecho con nuestros congéneres animales de manera que los niños solo mantienen una relación directa con las mascotas de sus hogares.


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Se pierden así la oportunidad de obtener las lecciones de vida que los animales de granja y los del entorno salvaje proporcionaban en otro tiempo, y aún proporcionan a los que habitan en el medio rural o en las zonas del planeta que conocemos como subdesarrolladas.
Lecciones sobre los ritos de apareamiento, el nacimiento y la muerte, lecciones sobre los peligros, la protección, la fuente de recursos o la compañía que los animales representan.
Por eso debemos considerar y reivindicar el valor que, una vez más, ofrece la literatura. Para gran parte de la infancia de nuestro mundo actual, y desde hace generaciones, la presencia de los animales en los libros es una fuente privilegiada de conocimiento acerca de sus vidas. Cierto que los niños tienen acceso a magníficos documentales sobre la naturaleza y que pueden visitar parques
zoológicos donde se exhiben animales de las más variadas especies en cautividad y que ambas posibilidades proporcionan información muy valiosa. Pero los libros de calidad protagonizados por animales personificados o no, reales o fantásticos, presentes o inexorablemente extinguidos, además, proyectan una mirada que nos habla de nosotros mismos porque son portadores de valores, preguntas e inquietudes que nos son sorprendentemente cercanos. Este Peonza es un homenaje a los humildes animales que habitan en las páginas de los buenos libros.